lunes, 2 de diciembre de 2013

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"No obstante, el efecto más profundo del darwinismo sobre la filosofía ha consistido en mostrar que el ser humano es un producto de la evolución, descendiente de especies animales ya extintas, y emparentado con todos los seres vivos que pueblan y han poblado este planeta. El naturalismo filosófico y la desestimación de cualquier teleología cósmica son consecuencias que parecen ineludibles una vez asumido este mensaje, y ello tiene enormes repercusiones en la antropología y en la metafísica. Éste es un mensaje que para muchos ha resultado profundamente desazonador, pero que para otros está lleno de grandeza, como lo estaba para el propio Darwin.

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Puesto que en mis trabajos he defendido el naturalismo filosófico, para mí es bastante obvio que los filósofos no pueden desconocer las ideas fundamentales de la ciencia contemporánea si es que quieren que sus análisis tengan alguna relevancia para los problemas a los que se enfrentan las sociedades actuales, pero asimismo lo es que los científicos deben conocer las ideas fundamentales de la filosofía si es que quieren evitar posiciones epistemológicas y metafísicas ingenuas abandonadas o hace tiempo por razones de peso, y también -por qué no decirlo-, si quieren tener una comprensión más articulada y compleja del mundo en el que viven, incluyendo una mejor comprensión del papel de las ciencias. Me produce bastante desazón por todo ello la actitud hipercrítica, cuando no directamente hostil, hacia la ciencia que exhibe cierto sector de la filosofía contemporánea, al igual que me inquieta la actitud despreciativa hacia la filosofía que manifiestan abiertamente científicos como Steven Weinberg, Edward O. Wilson o Stephen Hawking y otros que se encuadran a sí mismos bajo el rótulo engañoso de 'tercera cultura'".




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