"Aquel espíritu que da por supuesto que la naturaleza humana del futuro podría ser cualitativamente diferente de la del pasado; el espíritu que interpreta los factores no racionales -como los sentimientos, los hábitos y la costumbre- como obstáculos que pueden y deben ser superados; un espíritu que ve cada situación como una tabula rasa sobre la que puede imponerse un plan y que, por consiguiente, considera irrelevante la experiencia en otros momentos y lugares. [...] El espíritu racionalista no toma nota alguna del hecho de que las instituciones son una forma pautada de comportamiento humano que existen y funcionan a través de la población de una sociedad, ni de que cambiando radicalmente las instituciones, se cambian radicalmente también las vidas de unas personas que pueden no querer que sus vidas cambien. Al asumir que el hombre y la sociedad pueden ser modelados conforme a un plan predilecto, la orientación racionalista tiende imperiosamente a considerarlo todo como posible y a concebir unas perspectivas ilimitadas de progreso".
Jeane J. Kirkpatrick - Dictadura y contradicción: racionalismo y razón en política
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