"Desde sus comienzos en el siglo XVII, la ciencia moderna se constituyó como una empresa intelectual en la que quedaba metodológicamente excluida la apelación a causas o entidades sobrenaturales. Explicar algún fenómeno a partir de este tipo de causas no es algo necesariamente incompatible con la ciencia, pero tampoco es una tarea que pueda pretender una acogida dentro de ella. Los partidarios del Diseño Inteligente piensan que esto es un prejuicio metodológico injustificado, ya que si alguna vez se descubriera que estas causas sobrenaturales existen, la ciencia debería admitirlas; y por supuesto ellos creen que han probado su existencia. Sin embargo, la exclusión de causas sobrenaturales no es un prejuicio metodológico o epistemológico, sino una característica definitoria de la propia ciencia. Si alguna vez se admitieran explicaciones que apelaran a estas causas, ya no se estaría haciendo ciencia, sino otra cosa distinta, por respetable que fuera. La exclusión metodológica de lo sobrenatural no se basa en ninguna verdad probada científicamente, como se suele señalar desde las filas del Diseño Inteligente, pero tampoco tiene por qué hacerlo. Es un precepto que establece las reglas de este juego. Un precepto no tiene por qué probarse. Se acepta o no se acepta. Nada obliga a aceptar el naturalismo metodológico; solo que no hacerlo significa autoexcluirse de la comunidad científica".
Antonio Diéguez - La vida bajo escrutinio
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