lunes, 14 de agosto de 2017

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"Hoy más que nunca nos conviene ver la verdad del terrorismo de frente y decir que, a causa de él, España ha frenado su desarrollo económico y su progreso moral. Todos sabemos que se han tenido que invertir en seguridad y protección cifras astronómicas de caudal público, las cuales han sido sustraídas de la mejora de infraestructuras o de bienes sociales. Todos sabemos la degradación moral que ha supuesto el crimen de Estado (Batallón Vasco-español, Triple A, GAL) así como la cobardía institucional ante el permanente abandono de las víctimas, sin reconocimiento por parte del Gobierno central hasta la década pasada y, hasta casi ayer mismo por parte del Gobierno autonómico vasco, gobierno que legitimó la presencia del jefe de ETA en la comisión de Derechos humanos de Parlamento vasco. ¿Qué fue sino degradación moral la tardanza de un consenso institucional para conducir una política de acoso judicial al terrorismo y en defensa de las libertades democráticas? Un consenso al que se opusieron en bloque los partidos nacionalistas y toda la izquierda hundida. Degradación moral fue el pacto entre ETA y el líder catalán de izquierdas para que no se atentase en Cataluña. Y lo fue también la esperanza dada a ETA desde los Gobiernos sucesivos de negociar una salida pactada sin renunciar a sus objetivos políticos ni arrepentirse del mal ejercicio. Degradación democrática es el sistemático desprestigio de la ley efectuado por los nacionalistas desde la Lehendakaritza, el Parlamento vasco y la radiotelevisión pública vasca, impulsando la cobardía del ciudadano ante el asesinato y el chantaje. Y compartiendo los fines del terrorismo aunque no los medios, según decían, lo cual significaba que lo que hacía un etarra no tenía nada que ver con el por qué lo hacía.
¿Qué significa el hecho de que las instituciones vascas (también las catalanas, por supuesto) se hayan ido sumando a todas las reclamaciones imaginables sin discernimiento alguno entre unas y otras, exigiéndolas de manera imperativa y sin avenirse a moderarlas? Es la prueba de que ha desaparecido en Euskadi (y Cataluña) el mínimo sentido de justicia. La razonabilidad pública es un mero hecho residual entre nosotros. ¿Qué es una sociedad democrática donde no se respeta el derecho de un ciudadano a hablar su propio idioma en la escuela y con la administración en nombre de los supuestos derechos de otro ciudadano a un idioma "propio" obligatorio para todos? Ha sido pura incivilidad el infantilismo en las apetencias, como si lograrlo todo fuese posible. Pura incivilidad ha sido la inmoderación en las demandas políticas, como si no existiesen otros más necesitados de asistencia. Incivilidad también, el narcisismo en los deseos, como si los demás fuesen unos peleles. Incivilidad la soberbia desenfrenada en los talantes, como si las apetencias generaran derechos. Incivilidad, las fracturas familiares y sociales por mor de ese destilado enfermizo y pueril de "construir la nación", como si no importasen nada los lazos y apegos humanos. Desde pedir el cielo de modo airado sólo hay un pequeño trecho a pretender asaltar el cielo. Ha sido una ignominia moral el hecho de que el nacionalismo institucional vasco se haya desentendido de la persecución de los otros vascos hasta el punto de no haberse puesto jamás en el puesto del perseguido para asumir siquiera un mínimo riesgo, intelectual o físico".

Mikel Azurmendi - El relato vasco



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